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martes, 19 de mayo de 2015

'Sumisión', de Michel Houellebecq

Supongo que, de interesaros Michel Houellebecq, habréis leído ya mil y una reseñas sobre Sumisión (Anagrama, 2015), su última novela. Precedida por la polémica o por eso que los medios de comunicación, en su afán un poco patético por etiquetar, llaman polémica y por el contexto de una Francia golpeada por el terrorismo islamista, Sumisión ha sido atacada por tierra, mar y aire como un objeto portador del mal absoluto.

Quizá choque un poco lo que voy a decir, pero Sumisión es una novela profundamente intimista. Siempre habla Houellebecq de la intimidad, de la soledad de individuos aquejados de una "honestidad anormal, una incapacidad para esos compromisos que, a fin de cuentas, le permiten a la gente vivir". Así fue desde su primera novela y así lo es en esta última. Sin sustraerse a una lectura política Sumisión está ambientada en un futuro próximo donde Francia está gobernada por un partido musulmán que impone la sharía, lo fundamental de esta novela pasa dentro del personaje, no fuera.

Me explico: François es un profesor de La Sorbona, hastiado de dar clase y de acostarse con sus alumnas; experto en Huysmann un escritor decadente de finales del XIX y convencido de que su producción intelectual está próxima a agotarse. Un tipo, en fin, que carece de cualquier destello de joie de vivre. François es un Huysmann moderno, pesimista, cínico, desencantado. Para su desgracia, le ha tocado vivir tiempos convulsos en lo político. Francia atraviesa por un periodo de crisis institucional, consecuencia del final de esa "socialdemocracia agonizante" que hizo de telón de fondo de su juventud.

Como si fuera un espectador neutral, el protagonista de Sumisión asiste a la transformación radical de Francia. El partido islamista moderado de Mohamed Ben Abes gana la segunda vuelta de las elecciones de 2022, en las que competía con el Frente Nacional. Gracias a un acuerdo con los socialistas y resto de partidos, Ben Abes logra cambiar el sistema educativo francés, basado en la laicidad, por otro de corte religioso musulmán. La Sorbona, en virtud de los petrodólares de las teocracias islámicas del Golfo, se convierte en una universidad musulmana. Las mujeres portan velo y dejan de dar clase. El paro baja tras la salida forzada de estas del mercado de trabajo.

En este contexto, François experimenta una mutación en su desencanto. Una transformación sosegada y casi imperceptible que le va poco a poco sometiendo ahí el título de la novela lo descubre ya todo al nuevo estado de las cosas. Pero lo fundamental, pese a todo, es él mismo. Su perplejidad y sus reacciones de intelectual confuso y confundido hacia una realidad que le afecta, pero que a la vez le resulta indiferente.

Sumisión no es una distopía.
A Houellebecq no le interesa plantear un mundo al revés para luego resolverlo a su favor, a favor de la democracia o del bien. Houllebecq y ahí reside la dificultad y también lo profundamente reaccionario en él construye una realidad y al final, donde otros empiezan a narrar, él se para. El proceso de los acontecimientos y la evolución del individuo es lo que le resulta interesante. No plantea soluciones, ni la necesidad de combatir nada ni de fomentar valores que empujen a la rebeldía.

Por esas razones no merece la pena dedicarle un minuto a hablar de ninguna polémica. Yo estoy convencido, y todavía no he encontrado a nadie que me sepa explicar lo contrario, que lo de Houellebecq no es una pose. Es un tipo auténtico, que escribe desde una sinceridad desencantada tan grande que al estado natural de la cultura en el siglo XXI, tan mediatizada y tan previsible, le resulta a la vez tentador y peligroso. Y Sumisión es, también y por descontado, tentadora y peligrosa.

Título: Sumisión
Autor: Houllebecq
Editorial: Anagrama
Año de edición: 2015
Tipo de edición: papel
PVP: 19,90 euros

Nacho Segurado
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