'Trilogía de Auschwitz', de Primo Levi

El universo concentracionario sigue produciendo su dosis casi anual de literatura. Es una industria poderosa esta de la memoria. Una industria construida sobre el dolor y el recuerdo de europeos sometidos a la violencia y la sinrazón extremas. Qué voy a decir yo, que soy un fiel lector de todos esos diarios, memorias, anotaciones, estudios, etc. sobre los experimentos punitivos nazi y soviético. 

De ese corpus del terror —que incluye figuras sagradas como Jean Améry, Aleksandr Solzhenitsyn, Verlan Salamov o Jorge Semprún— sobresale un nombre: Primo Levi. El mejor de todos los testigos, aunque mejor no sea quizá la palabra más justa en este caso. Con mejor quiero decir, el más profundo, el más valiente, el más escrupulosamente sincero en la descripción del mal radical. 

Estos días navideños, que los he pasado entre trabajos nocturnos y visitas al hospital, he vuelto a releer los tres libros que le dieron justa, aunque tardía fama. Si esto es un hombre, LaTregua y Los hundidos y los salvados (Editorial Península, 2014). La Trilogía de Auschwitz. Lo más cerca que ha estado jamás un hombre de diseccionar hasta el final la naturaleza humana igual que un entomólogo cataloga sus insectos. 

La imagen que acompaña la reseña es la cubierta del primero de estos libros en las magníficas ediciones que ha publicado Península y que han cosechado merecidos premios y elogios. Es toda una experiencia, que tiene algo de confort culpable, volver a Levi. Como sucede con otros escritores que han destripado la vida y la muerte en el lager, sus penurias físicas y sus reflexiones abismales, abisales, se amortiguan al calor de la calefacción de casa y de una era ni remotamente tan penosa. 

En el primero de los libros, os lo recuerdo, Levi describe el año que pasó en Auschwitz y la liberación rusa; en el segundo, su odisea hasta volver a Turín, su ciudad natal; en el tercero reflexiona sobre conceptos clave de la experiencia totalitaria, como la culpa, la vergüenza, la zona gris, etc. Los dos primeros serían, pues, testimonios a posteriori, y el tercero un ensayo, aunque cuajado de acotaciones vivenciales.

Es sabido lo que le costó a Levi publicar Si esto es un hombre en la Europa todavía en ruinas y arruinada. Levi era judío y su libro era, sobre todo, la descripción matemáticamente precisa del exterminio de su raza. Una molesta particularidad que, como los historiadores se han encargado de recordar, no era muy bien vista incluso en los primeros años tras el final de la Segunda Guerra Mundial. El sufrimiento judío no estuvo en la agenda (ni en las conciencias europeas) hasta varias décadas después de haber sucedido el Holocausto.

Para Levi, la experiencia del lager fue una vivencia necesariamente infrahumana. Despojado a la fuerza de cualquier ropaje de humanidad, sepultado por la ignominia, el preso quedaba reducido a una extenuada masa de vísceras cuyo deseo no excedía de comer, dormir y sobrevivir un día más. Tortura que su científico cerebro —Levi era doctor en Química— tardaría en procesar. Las casi 1.300 páginas de su trilogía son un intento de expresar lo que se siente, si se siente, estabdi "al otro lado" de la vida. La destrucción de un hombre que entra en la casa de los muertos para no salir.

El hambre crónica, "reglamentaria", desconocida para quien no haya estado preso en un campo es solo una arista de esa "gigantesca experiencia biológica y social" que fue el nazismo. También están el frío, el castigo sin razón, la majestad siempre presente de la muerte. A Levi, como a tantos otros, le resulta muy difícil expresar con términos comprensibles para los civiles el sufrimiento de los campos. Porque no solo está el sufrimiento, sino además la ambigüedad de la salvación, la vergüenza de haber sobrevivido. ¿Por qué yo? ¿Por qué no morí como hicieron el resto de millones? Esa agonía metafísica le duró toda la vida a Levi. Hasta el suicidio.


Título: La trilogía de Auschwitz
Autor: Primo Levi
Editorial: Península
Año de edición: 2014
Tipo de edición: papel
PVP: 16 €

Nacho Segurado
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