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jueves, 22 de enero de 2015

Francisco Melero, autor de Amapola Negra: "La Gran Guerra supuso el paso de la antigüedad a la modernidad en un espacio de tiempo brevísimo"



Conocí el pasado noviembre a Francisco Melero, durante el muy recomendable Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda (una cita imprescindible, no me canso de decirlo). Uno puede pensar que un escritor que saca una novela sobre la Primera Guerra Mundial en el centenario puede tener algo de oportunista. Sin embargo, al ver el ambicioso proyecto de cuatro novelas que nos presenta Francisco con Amapola negra 1914: Génesis (Editorial Gregal, 2014), cuando lo empiezas a leer y escuchas a su autor hablando de él, te das cuenta que es otra cosa. Que es más que un oportunista es un aventurero, un hombre dispuesto a bucear en la novela histórica a lo grande, corriendo riesgos. Pero mejor que yo, que os lo cuente él...

Una cosa es iniciar una novela sobre la Primera Guerra Mundial y otra es meterse de lleno en una tetralogía de novelas sobre el conflicto como Amapola Negra. ¿Cómo nació esta obra y cuándo supo que deberían ser cuatro novelas?

Es una pregunta interesante, porque en los tiempos que corren, embarcarse en un proyecto tan grande como este tiene riesgos evidentes, comenzando por los años que sabes que vas a tener que dedicarle a la historia en cuestión. Realmente mi intención al plantearme escribir sobre este conflicto tan poco tratado era realizar una sola obra. Lo que sí tenía claro es que quería incorporar personajes de ambos bandos, que transmitieran sus visiones antagónicas para conformar un conjunto que permitiera entender tanto el porqué del conflicto como su desarrollo y finalización. Y fue precisamente eso, darme cuenta de que la Primera Guerra Mundial era mucho más que batallas aisladas, trincheras, escaramuzas aéreas y generales mandando a sus hombres a morir ante las ametralladoras, lo que me llevó, sin yo estar del todo convencido, a dividir la historia en más de una parte, organizadas cronológicamente. Al final, mi intención ha sido contar mediante personajes de ficción, con sus propias tramas internas y evoluciones, todos los principales acontecimientos vividos en los distintos frentes y escenarios de una guerra tan absoluta y devastadora como fue la Gran Guerra.

¿Cómo casan los famosos salmones en toda esta historia?

Si tuviera que responder de forma escueta, diría que ellos son el germen de Amapola Negra, el auténtico hilo del que arranca esta aventura literaria. Cuando era pequeño, veía en la televisión documentales sobre la vida del salmón, (que, por cierto, recomiendo visionar como ejemplo de prodigio de la naturaleza y vida sacrificada de toda una especie). Posteriormente, al interesarme por el tema de la Primera Guerra Mundial mi cerebro estableció un curioso paralelismo entre lo que padecen en cada generación los salmones y lo que, a tenor de cuanto leía, confirmaba que habían sufrido los combatientes. Y de esa conexión, para mí cada vez más evidente, surgen los personajes definitivos de Amapola Negra, destacando el que expresamente habla de salmones, Henry Taylor, un joven del Dominio de Terranova (Newfoundland), actualmente territorio canadiense.


Este año, con el asunto del centenario, parece que se ha hablado más de la Primera Guerra Mundial pero ¿no le parece que es un conflicto totalmente minusvalorado, a pesar de la importancia e influencia que tuvo?

Para empezar, confieso que me ha sorprendido que se le haya dado durante este año 2014, conmemorativo del centenario del inicio de la guerra, un cariz informativo tan relevante, y que haya aparecido en multitud de ocasiones, por activa y por pasiva, en todos los medios de comunicación. Sinceramente no me lo esperaba, porque aun tratándose de uno de los momentos clave para la humanidad, lo cierto es que a raíz de la Segunda Guerra Mundial siempre ha quedado relegado a un segundo plano, como una cosa antigua y pasada de moda. Después de haber estudiado a fondo la Gran Guerra, creo el principal motivo para que se dé esa minusvaloración es que miramos los hechos con ojos de humanos del siglo XXI, sin percatarnos de que la Gran Guerra supuso, en la práctica, el paso de la antigüedad a la modernidad en un espacio de tiempo brevísimo, como jamás se había vivido hasta la fecha, con la introducción de casi todos los adelantos que más tarde servirían para guerrear de nuevo, y ello con un alcance mundial, por primera vez en la historia. Por no hablar de las consecuencias que hoy en día vemos por todas partes (Balcanes, Oriente Medio, Cáucaso, hegemonia norteamericana) y que derivan de entonces, por más que los consideremos problemas recientes. Incluso la literatura nos expresa este bajo interés por una guerra anticuada, puesto que no eran demasiadas las referencias que se podían localizar al respecto, comparativamente hablando a las dedicadas a la Segunda Guerra Mundial o a la propia Guerra Civil. En este sentido, me siento muy satisfecho de poder servir de altavoz y de elemento de propagación para dar a conocer unos sucesos, generalmente desconocidos u olvidados, de una trascendencia extrema, que nos ayudan a entender de dónde venimos y, sobre todo, qué no deberíamos volver a repetir.

Su obra es una novela coral con distintos personajes (una francesa, un canadiense, un bávaro, un italiano) y entre ellos hay un español. ¿Quiere romper esa idea de la absoluta neutralidad española en el conflicto?

Una de las cuestiones más atractivas de la historia, y por tanto uno de los principales alicientes de la novela histórica, es que esta materia está viva, es decir, se modifica con el paso del tiempo, y así cada día se reconstruye a sí misma, y se desmontan mitos, y se descubren datos antes desconocidos que obligan a revisar lo que se daba por sentado. Cuando yo comencé mi labor de investigación, uno de los aspectos que descubrí es que España, a pesar de lo que siempre hemos creído (y que, entre otras cosas, ha servido para que aquí la Primera Guerra Mundial tuviera escasa repercusión), había representado un papel más influyente en el conjunto del conflicto, primero debido a su neutralidad oficial (otra cosa eran las convulsas corrientes que pretendían inclinar al poder en favor de uno u otro bando, que existían y no estaban precisamente de brazos cruzados) y en segundo lugar por su propia situación geográfica, que hacía de nuestro país una vía de escape ideal hacia el Atlántico. Al principio me daba la impresión de que aquel material tal vez exageraba, pero con el tiempo se ha visto confirmada esta vertiente histórica y, en los últimos años, han aparecido ensayos y trabajos que han puesto de manifiesto esta efervescencia alejada de la pasividad que ni siquiera nosotros, españoles nietos o bisnietos de los coetáneos de la guerra, sabíamos. La incorporación de un personaje español, un industrial dispuesto a comerciar con sus productos y obtener tajada de la guerra (actividad que sirvió para crear verdaderas fortunas en nuestro país), me ha permitido, también, ser original en cuanto a los personajes protagonistas que componen Amapola Negra, pues ninguno de ellos encaja en el prototipo que se puede encontrar en la novela al uso de la Gran Guerra.

Con qué dificultades se ha encontrado a la hora de crear esos personajes y de ambientar esta historia.

La principal dificultad, a ciencia cierta, es limitar el caudal de información que aparece detrás de cada fecha, de cada nombre de batalla, de cada biografía consultada, silenciarlo y conseguir dejarlo al margen de la narración. Eso sí es una dificultad, y de la peores, de tipo moral. Lo demás, yo lo catalogaría como trabajo, bien de investigación para describir correctamente el ambiente de la época, los trajes, las costumbres, los utensilios usados, etc, bien de creación a la hora de otorgar credibilidad a lo que se cuenta, bien de confección de personajes, de dotarlos de carne y hueso, de alma, y de cómo cuadrar sus historias personales dentro de los acontecimientos reales. Soy de los que piensa que el conocimiento amplía horizontes, pero en el caso de una novela, amplía también las posibilidades barajadas hasta límites insospechados, obligando al autor a elegir dentro de las tramas cuáles tratar y cuáles descartar (tal vez reservándolas para obras posteriores). Eso ya provocó, en su momento, que tuviera que abandonar la idea de un solo libro. Así, puedo afirmar que la mayor dificultad se ha convertido, al mismo tiempo, en un beatífico ejercicio de recopilación de sabiduría en torno al asunto de la Gran Guerra.
¿Para cuándo tendremos la segunda parte? ¿Está decidido ya el plan de publicación de las cuatro novelas? Nos puede avanzar alguna novedad que encontraremos en la siguiente…

Si se respetan los tiempos editoriales, (conviene tener en cuenta que el sector no está actualmente para tirar cohetes), el plan establecido contempla la publicación de cada uno de los volúmenes en años consecutivos, es decir, si Amapola Negra I. 1914: Génesis se ha publicado durante 2014, la segunda parte, 1915-1916: Eclosión, debería salir este año 2015; la tercera, 1916-1917: Apogeo, el año que viene, y la cuarta, 1917-1918: Apocalipsis, en 2017. Pero habrá que esperar acontecimientos.
Respecto a las novedades, en 1915 los personajes se dan cuenta de que la guerra no va a terminar en seguida. Los canadienses entran en acción y Henry se une a sus compatriotas de Newfoundland, que van a luchar a Gallípoli, en Turquía; se inicia la guerra química que tanto pánico provocó en el frente; Italia entra en el conflicto en el bando aliado, y eso traerá repercusiones para Enzo. Otto lleva a Brigitte a Alemania para que intente detener la barbarie, y sufre por ella temiendo que le pase algo malo; y Baltasar visita nuevos escenarios bélicos con el miedo de si los alemanes hundirán su mercancía, como hicieron con el navío Lusitania.
Como escritor, Francisco Melero es de los que se dejan llevar o de los que planifican hasta el último milímetro…

Personalmente me encantaría poder decir que controlo la narración que tengo entre manos al completo, de principio y fin, sabiendo en todo momento lo que voy a contar y la manera en la que lo voy a hacer. Pero no es el caso. Con Amapola Negra parto de unos hechos verídicos y contrastados que me permiten recrear una situación específica, y a partir de ahí los personajes se desarrollan, a veces caminando hacia donde yo entreveía, en ocasiones hacia lugares o recovecos de la trama ocultos que, a la par, abren nuevas posibilidades no contempladas previamente. Para mí, este es uno de los mayores gozos que aporta la escritura, junto con el conocimiento de datos históricos que consideras necesario revelar al resto de mortales. Sin hablar de improvisación, sí diría que me muestro poroso ante lo que la historia me pide en cada momento, que no necesariamente es lo que yo había previsto.
También es cierto que mi primera experiencia literaria, mi primera novela, titulada El Faro del Unicornio, derivó del resultado de hilvanar los pensamientos que, durante cuatro años y medio, me daba tiempo de escribir en lo que dura un desayuno de trabajo, un proceso con un grado caótico superlativo que no recomiendo reproducir a nadie, pero que, supongo, a mí me curtió a la vez que me daba una pauta determinada para inventar literatura.
Su autor de novela histórica favorito es…

La verdad es que no tengo un escritor fetiche en el género de novela histórica. Más bien me considero un lector de novelas que un lector de autores. Si tuviera que destacar una, tal vez me decantaría por una obra que leí en la adolescencia, con lo que ello conlleva, y que me hizo ver lo lejos que se podía llegar escribiendo, a nivel histórico, geográfico y de desarrollo. Se trata de Shogun, de James Clavell, con la que pasé unos ratos sensacionales.


BOOKTRAILER AMAPOLA NEGRA DEFINITIVO SEPTIEMBRE 2014 from Francisco Melero on Vimeo.
Recomiende a nuestros lectores una novela y un ensayo sobre la Primera Guerra Mundial…

Aquí voy a pecar de corporativismo. Como novelista, voy a recomendar no una, sino dos novelas. Una sería El Miedo, de Gabriel Chevallier, una joya literaria escrita por un excombatiente francés, que expresa de maravilla el ambiente de la época. Y la otra tiene por título Las Aventuras del Buen Soldado Svejk, del checo Jaroslav Hasek, con un tono muy distinto, pero deliciosa desde múltiples puntos de vista.
En cuanto al ensayo, a mi modo de ver, es más complejo decantarse por uno, puesto que habitualmente están enfocados al estudioso, por la forma de su propia concepción, basada en datos, nombres y fechas. Quizás eso mismo provoca miedo, recelo o hasta rechazo en el lector medio. Pero hay uno que yo considero accesible a todo el mundo, porque explica lo básico que se debe saber y lo hace de manera fácil e inteligible. Se trata de La Gran Guerra: una historia global (1914-1918), de Michael S. Neiberg.

Cambiando de asunto, ¿cómo cree que la crisis está afectando a los escritores? ¿Y la entrada de las nuevas tecnologías?

Considero que sí, que la crisis afecta directamente al escritor, en cuanto eslabón más débil del sector editorial. Es preciso recalcar que un autor es aquel que hace posible que el engranaje editorial se ponga en marcha, funcione y dé rendimientos. Yo digo que el escritor da de comer a varias familias, que viven de su creación, sin la cual no habría circo. Y sin embargo ese creador es el que obtiene menos rédito de los beneficios obtenidos.
Para mí esta crisis económica general debe verse en relación a la crisis de modelo editorial consolidado en el siglo XX y apenas alterado desde entonces. Otros sectores, a la fuerza o con previsión suficiente, han reconducido su modelo de negocio o, simplemente, se han reinventado. El editorial no, y se mantiene inalterable aunque a su alrededor todo haya cambiado. La excusa es la de siempre, que apenas se lee y los números no salen. Eso no es cierto, hoy se lee más que nunca, y lo que conviene hacer es fomentar que los lectores dispongan de buen material que consumir, apetecible en su forma y contenido y asequible en su precio de adquisición.
Las nuevas tecnologías llegaron con la quimérica ilusión de modificar ese modelo, y la promesa de que el mayor beneficiado sería el escritor. La realidad ha demostrado de sobra que nada es tan fácil como parecía, y lo único que sí han traído es la libertad de que cada cual publique sus escritos, algo cuya valoración positiva o negativa daría para un análisis más profundo y pormenorizado. Para mí, hoy en día prima por encima de la calidad intrínseca de una obra (y tampoco nos pondríamos de acuerdo en este punto sobre qué es bueno y qué es mejor, pues hablamos de arte, tan subjetivo como el criterio de cada uno de nosotros) la capacidad de promoción de la misma, un aspecto que vuelve a realizar distinciones y a instaurar las castas que en este ámbito, como en la mayoría, han existido, existen y existirán.

Además de la Primera Guerra Mundial, ¿qué otra época sueña con poder recrear en una novela?
A medio plazo (ojalá pudiera decir a corto plazo), mi intención es recrear dos sucesos relevantes dentro de la historia de España, ocurridos en dos épocas distintas. Uno es la sublevación de los comuneros contra el rey Carlos I en el siglo XVI (quizás porque cabe la posibilidad de que yo descienda de uno de los ajusticiados en Villalar). Y el otro narraría uno de los episodios más negros de nuestra convivencia en el siglo XIV. En cualquier caso, es pronto para hablar de ellos.

David Yagüe
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