¿Cómo se le presenta a una editorial como Valdemar la propuesta para crear una colección de western, con la calidad de edición con la que lo estás haciendo, y no le tomen a uno por loco?
Pues, en este mi caso, se aleja un tanto de la idea tópica de coger una carpeta con una lista de libros e intenciones y pedir una entrevista con la editorial. Mi relación y amistad con la gente de Valdemar viene ya de largo. Creo que lo primero que escribí para ellos fue en 1994 y les conocí ya cuando sacaron su primer libro La rebelión de los ángeles, hacia 1987, y se lo vinieron personalmente a enseñar al dueño de la librería Canales, donde yo trabajaba. Llevo veinte años –mas o menos—haciendo la Feria del libro con ellos y nos vemos un montón de veces durante el año, así que... no es algo que planteé de una sola vez. Fui haciendo comentarios a lo largo de un tiempo; sabía que a ellos el western les gustaba porque habían dicho sí a editar Pequeño Gran Hombre en la colección histórica que les dirigía, y porque continuamente hablamos de libros, películas y tebeos y eso se sabe. La única duda por su parte sería, en todo caso, la de si habría suficiente número de lectores, dado el cierto desprestigio que sufría el “genero western”... Así que, ya estaban avisados de que lo plantearía. Y entonces sí, quedé un día más en serio con ellos para presentar lista de títulos e intenciones.
La argumentación era simple y estuvimos de acuerdo desde el principio: Primero, el western es un género con tantas obras maestras y tanta basura como cualquier otro. Segundo, teníamos campo donde elegir, porque nadie estaba editando en serio una colección. Tercero, lo que había es que acabar con ese desprestigio para que los lectores pudieran juzgar la literatura western en igualdad de condiciones con cualquier otra literatura y para ello ayudarían la propia excelente imagen de Valdemar como editorial que hace las cosas muy bien y una presentación “con todos los honores”, por decirlo así. Buenas ilustraciones, buena traducción, tapa dura, prólogo y selección de títulos adecuada. Es más, decía yo bromeando, “podemos hacer una colección de narrativa western con tantos premios Nóbel y Pulitzers como sea necesario”. Me preguntaron sobre qué estética me gustaría que tuviera la colección y les comenté que la propia de Valdemar me parecía excelente y que estaría más que satisfecho con que la colección tuviera marchamo estético inequívocamente Valdemar. De ser posible —les comentaba— me gustaría que Frontera tuviera el formato de los libros de “El canon” que la propia Valdemar edita... y, eso sí, consideraba básico empezar la colección con la antología de relatos de Dorothy Johnson. Y esa misma tarde hicimos las primeras pruebas, —con entusiasmo compartido—, de a qué se parecería la colección... Y creo que no ha habido modificaciones en lo básico. Fraguó a la primera.
Y quizá me he extendido mucho en la respuesta, pero supongo que aparecerá luego alguna cuestión que queda ya comentada. No, sabía que no me tomarían por loco con la propuesta. Además Valdemar respalda las locuras que comparte.
¿Cómo definirías el western? ¿Qué tipo de historias del género te gustan más, el de frontera, el crepuscular, el de épocas anteriores tipo El último mohicano?
Creo que muchos géneros surgen como un escenario, una especie de encrucijada espaciotemporal donde se aclimatan historias, y en el que luego, sus frecuentadores acaban desarrollando tradiciones y cánones propios. En ese sentido el Western sería algo así como, de inicio, novela de aventuras y novela histórica con ambientación en la Frontera Norteamericana —por ej. El último mohicano de Cooper, o Los tiradores de rifle de Mayne Reid—. Y luego escritores ya educados dentro de ese género, Zane Grey, Will Cook, Louis L’Amour y otros, que crean sus propias convenciones y tradiciones y van fijando y expandiendo los límites del western. Junto a todo esto, claro está, se van sumando las aportaciones de escritores que tienen otras intenciones al utilizar este escenario. Desde los que pretenden contar la cotidianidad de determinados periodos de la historia estadounidense, como Michener; hasta los que quieren hacer novelas de detectives, como Tony Hillerman o los que quieren hacer literatura juvenil como William Camus o Caroline Lawrence. Y ojo, no dejemos de lado sin echarle un vistazo a las montañas de literatura romántica llena de musculosos sioux, indómitas colonas y sofisticados y galantes pistoleros que está produciendo la literatura “para mujeres” actualmente... No se cual será el porcentaje, pero, como en cualquier género literario que conozca, algunas de esas novelas y autoras o autores deben ser buenos y, en todo caso, malas o buenas, algunas de ellas, conceptualmente, deben poder ser catalogadas como westerns...
Tengo dos o tres temáticas muy preferidas dentro de el Western: Lo que se llama el “prewestern” es decir, el periodo colonial al estilo El último mohicano o Pasaje al Noroeste o la Trilogía de la Frontera de Zane Grey; las novelas de tramperos, exploradores y cazadores; es decir, cuando el western se convierte casi en novela de aventuras clásica —Bajo cielos inmensos, El trampero, por ej.—. Y, las novelas y películas de apaches, que son casi un género en si mismas. La venganza de Ulzana es quizá mi película western preferida, aunque, como he oído a Luis Alberto de Cuenca, tras decir de dos o tres películas que eran su película preferida... “a los aficionados al cine se nos permite el politeísmo...”
Para ti, ¿el western es más una novela histórica o se encuadra en el género de aventuras? O simplemente piensas que lo que define el western es una mera ambientación temática que ha logrado hacerse universal y que en ella entran autores tan diferentes y lejanos como el Cooper de El último mohicano al Cormac McCarthy de Meridiano de Sangre?
Pues parodiando a una célebre diputada... “sí a todo”. Es decir, se puede llegar a escribir un western guiado por muy diversas intenciones. Pero, con todo, prefiero los dos primeros caminos: el de la novela histórica y el de la Aventura. Es decir, me parece que el western no es meramente un espacio mítico y una convención literaria. Pienso que el western bien escrito ha de ser respetuoso con el marco histórico. No puedes poner apaches en Wisconsin, y debes tener cuidado con la época que describes y las armas que utilizan los personajes, las costumbres, las distancias y los tiempos de desplazamiento, incluso las velocidades de los trenes y saber si ya llegaba a esa zona el Union Pacific o si hubo o no fiebre del oro, y cuando, en esa zona. Es decir, hay un entramado histórico que respetar. Me gusta cuando el autor dice “mimbreño”, “lipan” o “jicarilla” en vez de, simplemente, “apache”, y que si estamos en 1836 no me digan que llega la diligencia de la Wells Fargo, que se crea en 1852... El que, además de correcta ambientación histórica, tenga sentido de la aventura es algo, por mi parte, muy deseable, pero también asumo que hay western humorístico, costumbrista, fantástico o hasta filosófico...
¿De dónde viene tu pasión por este género? ¿Nace del cine, como el de muchos lectores, o es un amor puramente literario?
Es un amor literario que viene de la novela de aventuras, que es lo que siempre me ha fascinado. De hecho, hace más de una veintena de años dirigí un fanzine de Aventuras que se llamaba Opar. Entonces hablaba de “escenarios” de la novela de aventuras. Dos de ellos me fascinaban y me fascinan: Las novelas de zulúes y mundos perdidos al estilo Rider Haggard y Minas del Rey Salomón y la Guerra “De los Siete Años” entre ingleses, franceses e indios en la que se ambienta El último mohicano. Recuerdo que dediqué un numero 4 del fanzine, el último que salió, a “Kenneth Roberts y el Prewestern”. Allí se hablaba de Zane Grey, Fenimore Cooper, Oliver Curwood, Kenneth Roberts, etc. En fin, que, al final, tanto en el caso de los zulúes como en el de mohicanos, hurones e iroqueses, lo que me cautivaba era “La Frontera”, tanto en Sudáfrica, como en el Canadá. También hay otros escenarios de aventuras que disfruto obsesivamente: La capa y espada; el Thriller esotérico, el “Space Opera”, pero, el caso es que, partiendo de el “prewestern” seguí buscando la aventura en el western y encontré otros lugares fascinantes... “la frontera sur”; las terroríficas aventuras con apaches... Recuerdo siempre una conversación que hace muchos años –éramos muy chavales— manteníamos Jesús Palacios y yo. Estábamos en mi casa haciendo por enésima vez un listado de novelas, cómics y películas de prewestern que nos gustaban y salió el tema de los apaches, y Jesús hizo una afirmación que se me ha quedado grabada como una percepción absolutamente atinada por su parte: fue algo así como “las novelas de apaches son parecidas a las novelas policíacas de psicópatas” ¡Y tenía razón! lo difícil no es entrar en combate con ellos y derrotarlos. Siembran el terror en una amplia zona, tienes centenares de tropa, pero no sabes donde está el enemigo y se establece un torneo de ingenio y pistas falsas. Es una verdadera labor detectivesca en un clima de amenaza permanente. Quien recuerde La Venganza de Ulzana y la Noche de los Gigantes, por ej. sabe de que hablo. En fin, un nuevo escenario mítico y una voluntad de publicar, no se cuando, un tomo de relatos de apaches, para el que ya tengo apartados algunos cuentos.
También es cierto que cuando me gusta una película, western o no western, inmediatamente miro si está basado el guión en algún libro o relato. De ahí he sacado noticia de la existencia de autores y novelas de cualquier temática que luego han resultado buenos o malos independientemente de su vertiente fílmica. Por ejemplo con la película Un diamante al rojo vivo descubrí que existía el escritor Donald Westlake, y con Mary Poppins los memorables libros de Pamela Travers
¿Te fijas en las adaptaciones cinematográficas a la hora de elegir tus títulos para la colección?
No, lo que pasa es que, siendo el cine el arte norteamericano por naturaleza; y el western el género narrativo nacional yanqui, es difícil encontrar una gran novela o relato que no haya despertado el interés de la industria cinematográfica. Es casi un desafío encontrar una gran novela western que ningún cineasta norteamericano hay tenido interés en filmar... Con todo, las hay, y pronto veremos alguno de ellos en la colección. Lo mismo pasaría si intentara hacer una colección de clásicos de la literatura infantil... En cuanto eligiera Peter Pan, El viento en los sauces; Alicia en el País de las Maravillas, Mary Poppins, etc., veríamos que toda la colección de clásicos, tenía película. Lo que pasa es que en el western ha quedado tan hundida en España su vertiente literaria que, prácticamente, se desconocía su existencia, por lo cual siempre suena el nombre de la película y no el de la novela en que se basó.
En España, el western se ha visto muchas veces reducido a un género menor, un género de kiosco… ¿Contra esa opinión la mejor medicina son las novelas que estás eligiendo para esta colección?
Eso se pretende directamente. El punto de partida de la colección Frontera es conseguir que los clásicos de este género puedan ser leídos en igualdad de condiciones de dignidad a las de cualquier otro género literario. Recuerdo que hace años cuando hablaba con otros lectores de este tipo de narrativa y de que valdría la pena editarlo bien, la primera reacción era la de convenir en que era una buena idea; la segunda reacción era la de sorprenderse de que la literatura western existiera más allá de la novela de Kiosco. Les parecía bien la idea, pero no sabían que existiera narrativa western de una cierta calidad. La mayoría de ellos pensaban que el western era un género puramente cinematográfico. Y ¡ojo! que aún hoy me encuentro algún texto crítico de historia del cine que afirma, sin matices, que lo maravilloso del Western es que es el único género, estrictamente cinematográfico, de la historia del cine.Por la exquisita presentación, la tipografía y las cubiertas, parece que la colección juega con un elemento de añoranza, de conectar con lectores adultos que saben que el género, sobre todo en lo fílmico, tuvo mejores momentos… ¿Crees que el western y está colección Frontera está teniendo eco en el público joven?
Pues en principio la idea era que accediera a este tipo de narrativa cualquier tipo de lector y no específicamente los añorantes del western. De hecho una gran parte del público de Valdemar es aficionado a la literatura fantástica. Otro buen afluente de lectores de Valdemar sigue a la editorial por sus clásicos, como Proust, Stevenson o Kafka... y ni unos ni otros parecían especialmente proclives a dejarse ganar por el western... pero de eso se trataba. Yo estaba convencido de que si simplemente leían el primer relato de Dorothy Johnson La frontera en llamas, se acabarían los recelos, pero lo importante era convencerlos de que leyeran ese primer relato. Y mientras esto tenía lugar o no —que empezó a tener lugar— pasó lo que tu dices: desembarcaron los viejos aficionados al western. Muchos, siguiendo la mano del cine. Otros, atraídos por las buenas críticas del libro de Dorothy Johnson o El trampero. De momento la gente que pasaba por mi librería se llevaba la novedad de Gótica, el ensayo de intempestivas, la última de Club Diógenes “y la del Oeste para mi padre”. Bromeaba con la gente de la editorial diciéndoles “Hemos encontrado algo que nuestros clientes habituales pueden regalarle a sus padres...” Al principio fue así, pero luego han ido sumándose los lectores habituales de las otras colecciones y temáticas de Valdemar a esa corriente de gente que no frecuentaba a la editorial y que ahora se acerca a ella atraída por el western. Sí es cierto que la media de edad de lectores de la colección Frontera me da la impresión de que es algo más alta que la Gótica de Valdemar, por poner un ejemplo, pero también es cierto que va calando deprisa entre lectores más jóvenes, que al principio no se sintieron interesados por la temática western y ahora prueban.¿Qué tal recepción está teniendo la colección, que ya lleva seis títulos?
La parte empresarial va más de mano de la gente de la editorial y son ellos los que te podrían comentar, pero creo que al menos alcanza los niveles para poder subsistir... y lo digo porque no me ponen pegas cuando hablo de comprar algunos derechos, o una portada o una traducción que es larga, y por tanto, costosa. Por lo cual supongo que, al menos, bien. Pero hay otra parte de la acogida que no es sólo la de la cifra de ventas, sino la de los comentarios de público y crítica. Y en ese campo, soy feliz. Parte de la remuneración va en elogios y en ser propagandista de lo que a ti mismo te gusta, y la respuesta en mensajes a la editorial y en comentarios en la Feria del libro o en llamadas telefónicas es más que agradable, Recibimos felicitaciones y buenas críticas y nunca se me olvidará la anécdota de esta Feria del libro de Madrid cuando un desconocido me preguntó que cuantas novelas habían salido de la colección de western de Valdemar. Yo le respondí que siete y me dijo “ponme las siete” y, tras dárselas, al reconocerme la voz me dice: “¿Eras tu el que hace unos días hablaba de la colección Frontera en “El ojo crítico” de Radio Nacional?... Se me caían lagrimones oyendo por fin hablar bien a alguien del Western...” En fin que un comentario de esos me vale por un buen puñado de novelas vendidas.... O es que yo estaba muy sensible ese día, que todo puede ser....
Por tus prólogos, entiendo o intuyo que Dorothy M. Jonshon es tu autora preferida, o al menos de los más queridos de los que has publicado… ¿Cuál es tu relación (literaria) con esta autora?
Viene de lejos. Antes te comentaba que hacíamos un fanzine que se llamaba Opar. Una de las aventuras disparatadas que emprendimos en paralelo al fanzine fue el hacer una colección de novelitas, con grapa en medio, fotocopiadora en casa y encarando, cortando, plegando y grapando manualmente. Incluso fui a la embajada cultural Norteamericana en Madrid y me traje en préstamo un libro de Catlin del que hice 200 fotocopias de 8 láminas en concreto para ilustrar el librillo, o sea, un total de 1600 fotocopias. Rosa y yo las pegábamos de una en una en cada ejemplar y, luego, le poníamos la cubierta y grapábamos y guillotinábamos. El librillo en cuestión era una traducción que había hecho mi padre de Un hombre llamado Caballo de Dorothy Johnson. Y eso está hecho en 1994.
Desde siempre pensé que la colección debía iniciarse con la antología Indian Country de Dorothy Johnson por varios motivos. Parecerá un poco exagerado lo que voy a decir pero la razón fundamental y primera era que, leído el libro, se acababan las discusiones sobre si el western literario podía tenía calidad literaria o no. Este libro y estos cuentos demuestran que sí. Sin dudas. Lo segundo era que se deshacía el tópico de “machista” sobre el western. Hay grandes escritoras de este género. Edna Ferber; Leigh Brackett, la propia Dorothy Johnson... La tercera es que toda ayuda recalbable sería necesaria para que la colección despegase. Aquí con Dorothy Johnson reuníamos, calidad literaria; aficionados al cine, e incluso la postura favorable de las lectoras a las que podría sorprender agradablemente el que posiblemente los mejores cuentos cortos de western, fueran de una mujer. Y toda ayuda era necesaria de inicio. Y sí, de lo que he leído, es la mejor escritora o escritor de cuento western que ha caído en mis manos. Por ello, y aún sin las razones previamente comentadas, por derecho propio, era absolutamente acertado empezar una colección de clásicos del western con ella. Se le acerca, en cuanto a narrativa breve, Ernest Haycox en sus más brillantes momentos... La Johnson es sin duda uno de los ases de la baraja western
Una cosa que a los que devoramos la colección con gusto nos encanta son tus prólogos, donde enmarcas al autor y su historia, a nivel literario, de la adaptación cinematográfica e incluso el trasfondo histórico de la historia. ¿Cómo te planteas esos prólogos?
Tengo dos preocupaciones: La primera es no intentar “brillar” a costa de lo que prologas. Evidentemente me halaga que a la gente le gusten o le parezcan útiles las presentaciones, pero hay que tener cuidado en no revelar en ellos nada que le quite emoción e intriga a la novela. Eso sería un error tremendo. Si se te ocurre una comparación ingeniosa con otra obra, un paralelismo destacable entre la resolución de la novela y, lo que sea... ¡pues te lo callas y renuncias a ello!... Me imagino a un autor dosificando los datos, creando un clímax argumental, pensando como mantener el interés del lector ...y a un prologuista muy convencido de lo listo que es, estropeando todo ese esfuerzo del escritor para darse el gustazo de ser muy agudo en el análisis de la obra... ¡Lamentable! Espero no meter la pata nunca en ese aspecto. El prologuista ha de ponerse al servicio del autor y la novela, e intentar, como hacen los subalternos en el toreo, dejar al libro y a su autor en la mejor disposición para ganarse al lector. En ese sentido, en las presentaciones, intento darle al lector español claves que un español no suele tener y que el lector norteamericano, para el cual está pensada la novela, sí tiene, o, si tenía, en el tiempo en el que la novela vio la luz. Evidentemente estás condenado a no conseguirlo, pero siempre puedes aspirar a mejorar las posibilidades de que el lector disfrute la novela si le facilitas algún dato útil para ello.
Otro punto a favor es el mimo de la edición, con detalles como por ejemplo, incluir en Hondo, el relato El regalo de Cochise, que fue la idea primigenia de la que nació la novela y que así el lector pueda comparar. ¿Pensaste editar ese libro de esa manera desde el principio?
Sí, si se pensó desde el principio hacerlo así. Hondo ya se había publicado en español hace muchos años. Incluso varias veces. Hacía falta una edición ajustada al original —no digo que las previas no lo fuesen—, pero sí “conscientemente” ajustada al original. Es decir algo más que una apuesta editorial a ver “cuantos vendemos”. Luego hacía falta una presentación que comentara que significaba Hondo para el western, y porqué no era una novela más. Además soy en principio poco favorable a editar simples “novelizaciones” de guiones. No me gusta nada cuando tienes una película de éxito y le encargas a un autor cualquiera hacer una versión en páginas como otro elemento más de explotación de la película. Sí, sin embargo respeto, cuando guionista y escritor son la misma persona, o cuando quien firma la novela es un escritor de western que ha trabajado en paralelo a la película o, un autor que ha querido reelaborar literariamente la película “porque se lo pide el cuerpo” y no por un encargo crematístico. El caso de Hondo era ideal. Un autor vende su relato para realizar una película, pero sigue vinculado al proyecto y acaba convirtiendo ese relato suyo en “novela suya” en paralelo a la labor del guionista y del director de la adaptación cinematográfica... ¡Y además da a luz quizá su mejor novela y un clásico de la narrativa western! ¡Eso había que contarlo! Por ello siempre se pensó en editar el cuento acompañando a la novela, porque, además de mejorar las versiones previas, permitía conocer un poco de las interrelaciones entre narrativa y cine western.
Cómo género fílmico, el western parece un género de salud débil, algo olvidado y maltratado en las dos últimas décadas. Leo que Tommy Lee Jones presenta una película de este género (The Homesman, basada en la novela de Glendon Swarthout), pero, como les pasara a los Coen con Valor de Ley hace unos años, evitan decir que son western. ¿Qué te parece esta actitud? ¿Es el western poco moderno? ¿Le ocurre lo mismo al western literario?
Como género le ocurre lo que comentas. Ya no hay un aluvión de películas por año y no hay un público específicamente western... ¡Bueno, sí, lo hay!, está refugiado en la televisión, donde continuamente se proyectan clásicos, series antiguas y algunas modernas. El que no se estrenen películas nuevas a buen ritmo, no quiere decir que no existan, aunque sea fuera de las salas del cine. decenas de millones de espectadores que ven bastantes westerns durante el año. Y si nos atenemos a los últimos veinte años, creo que, pese a todo, se puede rescatar una decena de grandes estrenos.... Open Range; El asesinato de Jesse James por... o, del mismo Tommy Lee Jones su excelente Desapariciones., pero, ciertamente, la cosecha ha bajado respecto a los ochenta y noventa con Clint Eastwood en plena actividad, Silverado, o aquella nueva versión de El último mohicano, etc. El problema de la falta de modernidad del western es cómo intente modernizarse ... Va en gustos pero no es lo mismo modernizar al estilo Django desencadenado o Deadwood, que al estilo Cowboys y Aliens o Regreso al futuro III. ¿El evitar decir que es un western? Bien, eso me recuerda a la actitud de los partidos políticos que se pasan la vida hablando de que tienen “vocación de gobierno”. Necesitan unos sectores de población tan amplios que están obsesionados por no restarse a nadie. Hay productores y directores de cine que no quisieran restarse a ningún posible espectador que pudiera tener prejuicios contra el western... Pero bueno, finalmente lo importante es que esos directores se la juegan haciendo un western y supongo que lo hacen porque el western les gusta. Tampoco les vamos a exigir que hagan apostolado y confesión pública de adhesión al género...
¿Crees que hay algún escritor contemporáneo que escriba buen western? ¿Lo publicarías en tu colección?
Seguro que los hay. De hecho, aunque es algo que pasa desapercibido, se publica, de vez en cuando en España, a autores contemporáneos de western de alto nivel. Y no me refiero solo a Larry McMurtry, sino, por ejemplo, a Stephen Harrigan, cuyo The gates of the Alamo, premio Spur Award en el 2000, tiene edición española de 2010, o a Tony Hillerman, o a Norman Zollinger, otro premio Spur Award que vio publicada quizá su mejor novela, Chapultepec (1995), en nuestro idioma hace ya algo más de una decena de años... Con todo, la colección Frontera está concebida, en principio, como una colección de rescate de clásicos. De editarse algo más cercano a nuestros días sería una cuestión ocasional. No parece tener excesivo sentido proyectar los últimos pisos si faltan buena parte de los cimientos y la estructura intermedia por publicar en cuanto a literatura western
¿Qué libro te gustaría publicar en Frontera y no podrás hacerlo?
Van a quedar muchos, muchísimos en el tintero y por muy variadas razones. Espero que nunca porque se considere irrealizable darlo a la luz desde un punto de vista “técnico”, vamos a decirlo así, pero sí porque nos parezca que no tiene sentido. Te pongo ejemplos: Vamos a ponernos estupendos y a suponer que la colección llegará a durar 60 títulos... Bien, por mucho que me apetezca, no puedo elegir cuatro novelas de Kenneth Roberts de sus Crónicas del Arundel... no tiene sentido, porque también sería igual de correcto publicar tres o cuatro de Will Henry... y rescatar cinco más de Zane Grey y cuatro o cinco de Haycox... y varias de Will Cook, Clifton Adams y Noel Loomis... y así podemos seguir hasta apuntar un par de cientos de libros. Tendremos que descartar 150 de esos doscientos que me encantaría publicar. Por una parte eso. Por otra hay proyectos que no se si tendrán sentido... Le estoy dando vueltas a una serie de novelas no demasiado extensas, del mismo autor, que narran la campaña contra los sioux que termina en Little Big Horn. Cada una con distintos personajes y acompañando a alguno de los cuerpos expedicionarios que intervinieron en la campaña. Me gustan mucho... Bien, si son las cuatro que conozco, igual caben en dos volúmenes normales, pero si son más, y eso es algo que todavía investigo... ya no tiene sentido irse a más volúmenes. Habría que elegir la mejor de la serie y olvidar el resto.... O me puede apetecer muchísimo publicar las memorias de la campaña contra los apaches de Gatewood... pero igual sería algo tan de especialista que no generaría más que pérdidas y no demasiado interés y tendremos que decidir no hacerlo.... Ya se verá, pero de seguro que muchas, muchas novelas no se publicarán y sí me habría gustado publicarlas...
Acaba de salir el último volumen de la colección Bajo cielos inmensos, de A.B. Gunthrie, Jr. ¿Nos puedes adelantar algún título o autor más que llegará próximamente?
Bueno, preparamos un par de novelas o tres a un tiempo y luego, la que antes queda solucionada es la que sale primero. Ahora esta la cosa entre Haycox y Leonard, pero también da vueltas por ahí una antología de cuentos de caballería y otra de relatos ambientados en la Guerra de Secesión que me ilusionan. Además de algo de Frank Gruber y de Noel Loomis... El orden de aparición y si todo esto que menciono verá la luz es algo más difícil de adelantar.
David Yagüe
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