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jueves, 17 de septiembre de 2015
La novela histórica fondea en el Museo Naval
La memoria material de la gran victoria de Lepanto sirve bien de teatro didáctico para rememorar una gran derrota; la derrota española por antonomasia: el desastre de la Armada Invencible. El pasado sábado 12 de septiembre, en el madrileño Museo Naval, el periodista Fernando Martínez Laínez presentó su nueva novela, El náufrago de la Gran Armada (Ediciones B, 2015).
Fue aquel un estupendo paseo didáctico para explicar y apuntalar algunos de los pormenores del libro (en breve os traeremos la reseña), una obra a medio camino entre la novela de espías y la política, con el telón de fondo de un relato épico como pocos: las andanzas del capitán Francisco de Cuéllar, sobreviviente del desastre y uno de los escasos héroes hispánicos del momento que ha soportado el paso del tiempo.
“Si no hubiera sido porque Cuéllar escribe a Felipe II, hubiera quedado como un personaje anónimo”, reconoció el autor, un admirador confeso de este marinero que logró regresar del infierno irlandés y cuyas hazañas en nada desmerecen a las de un Cabeza de Vaca. Cuéllar, dice Martínez Laínez, es un hito de nuestra historia que necesitaba ser reivindicado, a pesar de las lagunas en su biografía, lagunas que por otra parte hacen “verosímiles” ciertos planteamientos novelescos.
Acompañados en todo momento por un guía del museo y el autor, excelentes conocedores ambos de la minuciosidad del arte de la guerra en el siglo XVI, los periodistas aprendimos a diferenciar entre los tipos de embarcaciones (he aquí una de las claves del fracaso de la empresa militar y que recoge bien el libro: la selección de buques poco aptos para las aguas del Estrecho) y a tomar conciencia de la sucesión de pequeños fallos (la controvertida designación del jefe máximo de la expedición, la anulación del secreto, la ausencia de un plan B) que condujeron al desastre.
“A veces los tópicos no son tan tópicos”, confesó Martínez Laínez en referencia a la explicación colegial que a todos nos enseñaron y que se resume en el lamento del rey “No envié a mis barcos a luchar contra los elementos”. Para el autor, esta frase tiene un poso de verdad. Las condiciones de la Felicísima Armada no fueron las mejores; tampoco el clima acompañó; y, por último, la propia empresa adolecía de fallos estructurales (la artillería británica era mejor que la española, por ejemplo) que terminaron por decantar la balanza del lado de la Pérfida Albión.
Frente a un inmenso y tosco óleo que reproduce la batalla de Lepanto, los 'almirantes' de esta peculiar presentación se preguntaron si, de haber comandado la expedición el héroe de aquella jornada contra el turco, Álvaro de Bazán, la historia de la Armada Invencible hubiera sido otra. Con algo de resignación en el tono, la respuesta fue sí. Pero pese a que su tema es la derrota, la novela de Martínez Laínez deja un poso feliz y una moraleja: que se puede sobrevivir y sobreponerse.
Nacho Segurado
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