Lo primero, ¡Enhorabuena por el premio Hislibris de Novela Histórica al
mejor autor novel! Debe saber a gloria, además de resultar algo novedoso,
habiendo optado por la autopublicación…
Mil gracias. La organización del premio puso énfasis en que era la primera vez que un autoeditado ganaba un Hislibris, algo que no sabía y que hace que lo aprecie mucho más. Lo cierto es que la novela no ha dejado de darme satisfacciones.
¿Cómo un periodista español acaba escribiendo una historia de samuráis
ambientada en el Japón del siglo XVII?
Eso me pregunta todo el mundo. Lo cierto es que siempre me ha apasionado la Historia y la cultura nipona. Hace veinte años, antes del boom en occidente de autores como Haruki Murakami, yo andaba buscando lo poco que se traducía de gente como Eiji Yoshikawa o Yukio Mishima. Digamos que siempre hubo afinidad, pero nunca imaginé que la primera historia que me asaltaría a la hora de escribir estaría ambientada en el Japón feudal.
¿Qué le llamó la atención de ese periodo?
Lo cierto es que el
Japón de finales del periodo Sengoku y temprano Edo es un escenario literario
de primer nivel. Tiene de todo: batallas épicas, conspiraciones políticas,
revueltas sociales y religiosas, amores imposibles, caballeros andantes… Lo
increíble es que no haya más escritores occidentales que se decidan a explotar
este contexto histórico.
Al ponerse en las botas de esos personajes tan lejanos (temporal y
culturalmente), ¿cómo realiza el escritor la labor de ‘interpretación’ para
hacerlos reconocibles y asequibles para su lector?
En primer lugar,
huyendo de los tópicos. Estamos acostumbrados a que las películas y novelas
sobre Japón hechas desde occidente siempre usen un protagonista extranjero para
vehicular la narración: el forastero recién llegado que lucha por comprender un
país extraño y complejo. Esto ofrece al lector una visión sesgada, simplificada.
A mí ese punto de vista no me interesaba, yo quería sumergir al lector en una
historia genuinamente japonesa pero utilizando códigos narrativos a los que
estamos habituados, como son los del thriller y la novela histórica de
aventuras. Para ello he intentado crear personajes complejos, alejados del cliché,
que se comporten y se expresen como lo hacían los japoneses de aquella época. Ha
requerido una enorme labor de documentación, no sólo histórica, sino también
psicológica y costumbrista, pero creo que los lectores han sabido valorarlo y
no han tenido problemas para empatizar con ellos. Y es que las motivaciones y
los sentimientos de una persona (lo que los japoneses llaman honne) son esencialmente los mismos en
todas las épocas y culturas, lo que cambia es la manera de interpretarlos y
expresarlos socialmente (a lo que los japoneses llaman tatemae).
Como el lejano oriente no es la ambientación más común en las librerías
patrias, convenza a sus futuros lectores ¿por qué deben viajar con su libro?
Desde el principio
tuve claro que la novela debía resultar plenamente disfrutable para cualquier
tipo de lector: tanto para el amante de la cultura japonesa como para aquel que
no tuviera conocimientos o interés previo en Japón y su pasado. El guerrero a la sombra del cerezo no es
un ensayo sobre la Historia de Japón ni un retrato de la sociedad samurái, es
ante todo un relato de aventuras que busca entretener, pero haciendo el
esfuerzo de recrear fielmente unos ambientes y un contexto histórico que seguro
que el lector encontrará fascinantes. Le sorprendería la cantidad de lectores
que se ponen en contacto conmigo o que reseñan en Amazon diciendo que, a pesar
de que no les atraía la temática, decidieron leer El guerrero... por las recomendaciones y terminan cautivados por la
sociedad que se describe en la obra. Muchos incluso me escriben pidiéndome que
les recomiende alguna otra novela sobre Japón.
¿No le parece que ahora los escritores españoles están abriéndose y se
atreven con temas, ambientaciones y géneros que antes nos eran ajenos, como es
su caso?
Completamente de
acuerdo. Es el resultado de la globalización de los referentes culturales. Antes
los autores solían leer y tomar como modelo a los creadores de su ámbito
inmediato, eso daba como resultado que en países como el nuestro predominaran una
serie de temas y géneros literarios. Ahora, sin embargo, hay una generación de escritores,
los que estamos en la treintena, que probablemente ha leído más a Tolkien, Neil
Gaiman o James Ellroy que a autores españoles, así que los ambientes literarios
naturales para ellos son la fantasía, la ciencia ficción, el thriller… Y es magnífico
que no nos limitemos a las temáticas habituales, que empiecen a surgir en
España excelentes autores de género. Incluso las editoriales, tan reacias a
cambiar el paso, comienzan a darse cuenta de que determinados géneros ya no son
patrimonio de autores extranjeros.
Recomiéndenos otras ficciones ambientadas en la historia de Japón… ¿Una
novela y una película?
Entre las novelas,
no puedo dejar de recomendar la trilogía Laspiedras de Chihaya, de otro escritor español: Sergio Vega. Una obra que
sorprende por la sensibilidad espiritual y la precisión histórica con que está
escrita. En cine no voy a recomendar ninguna de las obras maestras de Akira
Kurosawa, que sería lo lógico, sino que me atrevo a sugerir una película más
afín a mi propio libro: El ocaso del
samurái, de Yoji Yamada. Ofrece un retrato más intimo y costumbrista de la
figura del samurái, despojado de la épica y la grandilocuencia con que suele
reflejárselos en el cine y la literatura.
¿Va a volver a escribir sobre Japón?
Ahora mismo estoy
trabajando en mi tercera novela y las musas me han arrastrado de nuevo al Japón
antiguo, aunque en esta ocasión le he dado un giro al enfoque. Ya veremos dónde
me lleva este nuevo viaje.
Leemos que su próxima novela saldrá en una gran editorial en 2016 y que
será… ¡Un thriller de ciencia ficción! ¿Qué hay en ese cambio?
Confluyen dos
motivos: por una parte, El guerrero a la
sombra del cerezo me exigió casi cuatro años de documentación y escritura,
de inmersión total en la cultura y el periodo histórico, y cuando me planteé
escribir la segunda novela descubrí que necesitaba oxigenarme creativamente,
adentrarme en un desafío distinto. Por otra parte, cuando empecé a mover El guerrero... entre agentes y editoriales
se repetía el mismo mensaje: nos gusta la novela, pero no vamos a apostar por
ella porque la temática es inusual en el mercado español, sobre todo viniendo
de un autor novel que no arrastra un público previo. Así que para mi segundo
intento opté por escribir algo más habitual: un thriller de investigación, pero
impregnándolo de mi pasión por las historias que exploran el futuro inmediato. El
resultado fue Hijos del dios binario,
y he de decir que en esta ocasión la novela sí que ha interesado a varias
editoriales, y será finalmente Suma quien la publique.
A pesar de que obviamente ha habido un trabajo detrás (finalista del
premio Lara, autopublicado y ahora editado por un gran sello), parece que la
crisis económica y editorial no se ha fijado mucho en el escritor David B. Gil…
Sí que se ha fijado,
sí. En otros tiempos una novela finalista del premio Fernando Lara, como fue
por ejemplo La sombra del viento,
tenía muchas posibilidades de ser publicada por la editorial. En mi caso,
Planeta no llegó a ejecutar el derecho de publicación que tenía sobre la obra.
Y después de eso he pasado dos años esperando, en vano, que alguna de las
editoriales que me confirmaron la lectura del manuscrito se decidieran a
apostar por ella. Sólo fue después de mucho desesperar que me decidí a poner la
novela en Amazon, y he de decir que con dudas. Al final la experiencia
autopublicándome ha sido muy positiva, y lo ha sido gracias a los lectores. Si El guerrero... vende todos los días es por
la cantidad de reseñas positivas que acumula en Amazon, porque los lectores la
recomiendan activamente a otros lectores, y no hay mejor marketing que ese.
¿Cómo cree que está cambiando el sector editorial en estos años?
Es una pregunta muy
complicada, y no creo que haya nadie que se aventure a hacer predicciones. Es
evidente que estamos en un cambio de paradigma, pero al mismo tiempo el ebook no ha barrido de las estanterías
al libro de papel, como hace unos años se pensaba que sucedería. Para muchos
lectores leer sigue siendo un acto íntimo, físico, disfrutan del tacto del
papel, del ritual de pasar las páginas. Creo que un escenario factible en el
futuro es que convivan ambos formatos: el papel para las ediciones
especialmente cuidadas, para aquellos lectores que quieren atesorar un libro concreto
en sus estanterías, y el ebook como
sustituto de la edición de bolsillo y para los autores independientes. Claro
que para que ese escenario funcione, el precio del ebook editorial tiene que bajar sustancialmente, algo que no
depende sólo de las editoriales: no tiene sentido que en España un libro en
papel lleve un IVA del 4% y ese mismo libro, en formato digital, tenga un IVA
del 21%.
¿Autoeditado o editorial? ¿Con qué se queda?
Por ahora mi única
experiencia es como autoeditado, así que quizás el año que viene pueda
responder mejor a esa pregunta. Lo que es evidente es que en España la única
manera de llegar al gran público es de la mano de las grandes editoriales,
porque somos un país de lectores en papel. En otros mercados, como el norteamericano,
es más habitual que un autor consiga sobrevivir o incluso triunfar como
autoeditado; en España lo tenemos más difícil.
Como escritor, ¿cómo es David B. Gil? Organizado, caótico, escribe del
tirón…
Diría que bastante
metódico, soy de los que tienen guiones muy detallados y centenares de fichas
donde anoto lo que debe suceder en cada capítulo. Suelo comparar mi proceso de
escritura con la planificación de un viaje: al principio sé de dónde parto y a
dónde quiero llegar, luego voy trazando la ruta pormenorizadamente, en qué
pueblos haremos noche, en cuál sólo repostaremos, quiénes iremos conociendo por
el camino, quién se quedará con nosotros hasta el final y quién se bajará dos
paradas más adelante… Por supuesto hay veces en que uno tiene que tomar un
desvío, o le gusta algún sitio y se detiene más tiempo del previsto. Pero en
esencia lo tengo todo planeado antes de comenzar a escribir, eso me permite
que, a la hora de sentarme frente al teclado, pueda concentrarme en el estilo,
en los diálogos, las descripciones… y no en cómo debe avanzar la historia. Pero
creo que cada uno debe encontrar su propio proceso; conozco autores que no
saben lo que van a escribir cada día hasta que se sientan, y luego les sales
unas historias maravillosas.
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