Magdalena Albero ha llegado para quedarse a la novela histórica nacional. Su debut, Los caminos del mar (Roca Editorial, 2014), que cuenta la historia de una mujer y su búsqueda del saber científico en el Mediterráneo de la Antigüedad, ya le ha permitido alzarse con el premio a del Certamen Internacional de Novela histórica Ciudad de Úbeda y estar nominada como autor revelación del año en los premios Hislibris. La autora hace de capitana en esta navegación por las profundas aguas de su novela...
¿Cuándo se cruzaron los caminos de Magdalena Albero e Irene?
La idea surgió por casualidad, un día mientras leía un artículo sobre historia de la ciencia. Me encontré con el nombre del médico Herófilo de Calcedonia. Me enteré de que en el siglo III a.C, él ya se había preocupado por estudiar el cerebro y por hacer disecciones. Enseguida tuve ganas de escribir sobre la época en la que vivió, que coincide con los primeros de la biblioteca y el Museo de Alejandría. Una leyenda sobre una mujer que se disfrazó de hombre para estudiar con él, me inspiró el personaje de Irene. Pero no quise disfrazar a mi protagonista de hombre, sino explorar qué le ocurriría si se lanzaba a vivir y pensar por su cuenta, algo muy difícil para una mujer de su época.
Un viaje que ha desembocado en su primera novela, pero que lejos de pasar desapercibida ha ganado el Premio del Certamen Internacional de Novela histórica Ciudad de Úbeda y está nominada como mejor autora novel en los premios Hislibris…
Escribí una novela histórica porque siento pasión por la historia, y en especial la historia de Grecia y Roma, que son el origen de nuestra civilización. Por otro lado, escribir una novela histórica era para mí un puente entre el ensayo, que es lo que yo suelo escribir por mi profesión, y la creación de una historia con personajes vivos que sienten y que tienen la capacidad de atraer al lector y mantenerlo interesado por lo que les pasa hasta el final de la novela. La parte de investigación histórica era fácil para mí. Sabía buscar información, analizarla, contrastarla, seleccionarla. El reto que me planteé fue que esa información no se notara que estaba allí. Que las peripecias de la protagonista de mi historia y el creciente interés por lo que le ocurre, consiguieran transportar al lector hasta el siglo III a.C. y que pudiera identificarse no sólo con los sentimientos de la protagonista sino también con aspectos de la sociedad de la época que continúan vigentes. Cuando estaba terminando de revisar la novela vi la convocatoria del Premio en Internet y decidí enviarla. Ganar el concurso me proporcionó una inmensa alegría, y fue un gran estímulo para seguir escribiendo.
¿Contar la historia de una mujer profesional de la medicina de la Antigüedad tiene algo de reivindicativo en este siglo XXI en el que vivimos?
Sí, porque a pesar de los siglos transcurridos y las mejoras conseguidas, muchos de los problemas con los que se enfrenta la protagonista continúan vigentes.
Si bien ahora en los países desarrollados las mujeres acceden a la educación igual que los hombres, ellas quedan excluidas con frecuencia de los puestos de responsabilidad y a menudo reciben un salario menor que los hombres por el mismo trabajo.
Por otro lado, establecer horarios laborales que permitan la conciliación de la vida laboral con la familiar continúa siendo una asignatura pendiente que el Estado no se preocupa por aprobar, y la mujer sigue siendo la principal y en la mayoría de veces la única cuidadora familiar. Esta función incluye no sólo el cuidado de los hijos sino también de los padres que se van haciendo mayores.
En la figura de Irene hay también una reivindicación de lo que algunos llamarían el nuevo feminismo, es decir, de la libertad de la mujer para alcanzar sus metas en un mundo de hombres, pero pensando y actuando como mujer, sin necesidad de imitar las formas de hacer masculinas para poder ocupar un lugar en la sociedad que le permita desarrollar todas sus capacidades y participar en la vida pública.
¿De dónde le viene la fascinación por la antigüedad y la novela histórica?
La fascinación por la antigüedad me viene desde que estaba en el colegio. Las lecciones sobre Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma me entusiasmaban. Las fotografías de las esculturas y los restos de los edificios antiguos me atraían, los objetos de uso cotidiano que descubría en los museos, también. Después, al finalizar el COU, hice un magnífico viaje a Italia y Grecia con mis compañeros de clase y mis profesores de latín y griego. Y todo lo que descubrí en los lugares que visitamos durante aquel viaje afianzó todavía más mi pasión por las culturas que crecieron a orillas del Mediterráneo. En cuanto a la novela histórica, hay tres novelas que marcaron mi interés por este género. La primera fue Memorias de Adriano, de Margarite Yourcenar, después vino Yo Claudio, de Robert Graves. La tercera fue En nombre de la rosa, de Umberto Eco.
En la primera, me impresionó la creación del personaje de Adriano y sus sentimientos, en la segunda, la visión crítica que Graves pone en boca de Claudio, y en la tercera, la perfecta combinación del género histórico con el género policiaco que consiguió Eco.
Sigo leyendo novelas históricas, pero no sólo históricas. Creo que en literatura me gusta casi todo. Tengo poco explorado el género de ciencia ficción y no me interesa la literatura romántica ni lo que ahora se vende como novela erótica.
Como escritora, Magdalena Albero es…
Feliz cuando escribe, disciplinada a veces, escrupulosa en la búsqueda de información, consciente de que a escribir se aprende escribiendo, corrigiendo, reescribiendo. Quiere llegar a todo tipo de lectores y por eso intenta que su estilo sea ágil, fresco, nítido, casual, sin grandes metáforas ni largas descripciones.
Usted es profesora de Ciencias de la Comunicación. ¿Utiliza su experiencia profesional y académica en su narrativa para ‘seducir’ al lector?
Creo que sí, aunque quizás de manera inconsciente. Llevo años diciendo a mis alumnos que la información de calidad no está reñida con el entretenimiento y que el entretenimiento no ha de estar reñido con la calidad de lo que se narra. Así, al igual que resulta ofensivo presentar al público contenidos basura sólo porque están orientados al consumo masivo, es también absurdo pensar que la programación educativa ha de ser aburrida o destinada sólo a unos pocos.
Supongo que en la novela he querido aplicar todo esto y he procurado crear un mosaico muy completo de la época en que vive la protagonista, es decir, informar. Hablo de reyes, de ciudades, de medicina, de arte, de arquitectura, de filosofía, de escultura, de botánica, de piratas y mercenarios, de mitología griega y egipcia, del cultivo del vino, de creencias, valores y costumbres, de cómo vestían y hasta de que comían para desayunar. Pero lo integro todo sin que moleste en el desarrollo de la historia. Está allí, leyendo la novela se puede aprender mucho sobre cómo era la vida de las mujeres (y de los hombres) durante las primeras décadas del helenismo y sobre el nacimiento de la ciencia médica, pero el lector aprende sin darse cuenta porque se interesa por saber qué le pasará a Irene, cómo solucionará los problemas que le van llegando. Es una novela histórica que se lee como una novela de aventuras. He procurado que el lector pase un buen rato leyendo Los caminos del mar. He buscado aunar entretenimiento e información sin que ninguno de los dos aspectos pierda calidad para favorecer al otro. Creo que toda buena novela ha de conseguir entretener, informar y conmover. Voy a continuar trabajando para crear historias que consigan llegar al lector, entretenerlo, y estimular su curiosidad y su deseo de aprender. Historias en las que también pueda reconocerse en los sentimientos o situaciones que viven los protagonistas.
¿Qué novelas históricas le fascinan a Magdalena Albero?
Además de las tres que ya he mencionado antes, hay muchas más: Sin novedad en el frente, Por quién doblan las campanas, Guerra y Paz, Lo que el viento se llevó, La letra escarlata, La joven de la perla, Sinhué el Egipcio, Quo Vadis. Me dejo muchas que me han gustado y en este momento no me vienen a la cabeza.
Como escritora, ¿crees que tienes, a la hora de tratar y mostrar la historia, una cierta responsabilidad para con el lector?
Sí. La historia ha de despertar su atención, pero sin manipularla, sin crear falsas expectativas, sin mantener el interés sólo para que después el lector se encuentre con un final decepcionante. En el caso de la novela histórica se aúna también la dificultad de presentar situaciones que fueran verosímiles en la época en que transcurre la historia, pero que al mismo tiempo el lector pueda entender desde la sensibilidad de alguien del siglo XXI.
En el caso de Los caminos del mar en varios momentos de la historia Irene se encuentra con dificultades de conciliación de vida familiar y laboral. Eso le crea problemas y debe asumir renuncias parecidas a las que asumen muchas mujeres en la actualidad. Por otro lado, la importancia que en la novela adquiere la creación y el acceso al conocimiento también es un tema de actualidad. Esa diáspora de ciudadanos griegos que, como Herófilo, se van a vivir a Alejandría se parece a lo que hoy llamamos “fuga de cerebros”, y el rey Ptolomeo I actúa de mecenas de las ciencias y de las artes para convertir Alejandría en el centro cultural del Mediterráneo, una manera muy similar de hacer a la de la “política de captación de talento” que realizó Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX, o del mecenazgo practicado por los Medici en la Florencia del siglo XV. Otra similitud la podemos encontrar en los monumentos que en la novela marcan la importancia de las ciudades. El faro de Alejandría, el Partenón de Atenas y el coloso de Rodas son señas de la gloria presente o pasada de aquellas ciudades en el siglo III a.C., al igual que más adelante lo fueron las grandes catedrales europeas y edificios emblemáticos como las desaparecidas torres gemelas de Nueva York, o como ahora pretenden ser la Sagrada Familia en Barcelona, los edificios del arquitecto Gehry en Bilbao y París, y las altas torres de las economías emergentes como la torre de Tianjin en China o el Burj Dubai en Dubai.
Sin embargo, lo más importante de todo es que el lector pueda ver que los protagonistas de las novelas se enfrentan a situaciones que generan sentimientos atemporales y universales. Por ejemplo, la protagonista de Los caminos del mar vive la maternidad, la enfermedad, la muerte. El ser humano reacciona de manera similar en el siglo III a.C. y ahora, aunque luego cada cultura y cada época revista estos acontecimientos de manera distinta.
Su novela es histórica, pero también se habla de arte, de filosofía, como se ha comentado antes… En estos tiempos en los que las enseñanzas de humanidades parecen destinadas a un segundo plano, ¿es la novela un buen campo para ponerlas en valor, para adentrarlas en la vida del lector?
Decididamente sí. Narrar historias ha sido siempre una excelente manera de explicar y de facilitar la comprensión de todo aquello que nos rodea, porque lo hace a partir de personajes que viven y sienten de manera parecida a como lo haríamos nosotros. El estudio de las humanidades intenta explicar quiénes somos, de dónde venimos, por qué somos como somos y cuáles son los problemas a los que nos enfrentamos como individuos y como grupos. La visión economicista del individuo y de la sociedad que se intenta imponer en los sistemas educativos es errónea porque deja a la persona sin las herramientas que le permitirían comprenderse a sí mismo y la sociedad en que vive, conocer sus problemas y atreverse a buscar soluciones. Pero la enseñanza de las humanidades está amenazada porque o no se enseñan, o se enseñan mal. Creo que las novelas pueden ayudar mucho a mejorar esa situación. Por ejemplo, es mucho más efectivo crear un personaje que se encuentra con el filósofo Epicuro y que no siempre está de acuerdo con lo que dice, como le ocurre a Irene en la novela, que explicar el pensamiento de Epicuro dentro del temario de filosofía. Lo que ocurre en la novela queda en la memoria del lector e incluso puede que le lleve a querer saber más. Sin embargo, esa misma información explicada de forma descontextualizada como una lección más, se olvida tan pronto como el alumno termina de hacer el examen en el que entra esa parte del temario. Lo mismo ocurre con el arte. La historia del arte no tiene sentido para un estudiante sin un contexto que la explique. Una novela, al recrear el ambiente de la época permite comprender sin esfuerzo, quién, por qué y cómo se construían unos edificios, se esculpían unas esculturas o se pintaban unos cuadros, permite entender por qué las maneras de crear arte, de encargarlo y de otorgarle valor difieren de una época a otra y a qué cambios sociales y culturales se deben esas diferencias. La lectura de una novela puede ayudar a un estudiante de secundaria o de universidad a hacerse preguntas y a un buen profesor a facilitarle las informaciones adicionales necesarias para ayudarlo a encontrar posibles respuestas. Para ayudarlo a pensar. Enseñar a pensar debería ser el objetivo fundamental de todos los sistemas educativos. Las novelas pueden ayudar en ese proceso de aprender a pensar. Considero que la lectura de novelas como Los caminos del mar podría ser de gran utilidad en los institutos de Enseñanza Media para ayudar a trabajar las asignaturas de Literatura, Historia, Filosofía e Historia del arte.
Tras Los caminos del mar, ¿seguirá Magdalena Albero en la narrativa? ¿Cuál es su próximo proyecto?
Sí, estoy escribiendo una segunda novela, que también es histórica. No es una continuación de Los caminos del mar. Esta vez doy un salto en el tiempo y sitúo la novela unos cuantos siglos más tarde. Estoy muy animada con el proyecto en el que estoy trabajando y espero no tardar demasiado en terminarla.
Sigue a Best Seller Español en Twitter y Facebook.

No hay comentarios:
Publicar un comentario