Después de leer Los huesos del invierno, esperaba que lo siguiente de Daniel Woodrell me gustara pero no de esta manera. Si aquella era buena, esta es genial. Es un novelón, fuera de géneros o clasificaciones.
Woodrell nos vuelve a llevar a su ambientación preferida (a las montañas Ozark, donde creció) y nos adentra en la vida de Shug, un adolescente de trece años, y su existencia atroz. Su adorada madre, Glenda; su violento padre, y un extraño hombre que aparece en sus vidas. Shug va a crecer ante los ojos del lector, va a sufrir, va a pagar pecados que no son suyos y va a convertirse en un adulto, en el hombre de la casa.
El autor de Misouri traza una visión terrible de esta zona deprimida de los EE UU en la época de la guerra de Vietnam (el tío del protagonismo ha regresado tocado del sudeste asiático). El crimen no es una opción, es la única salida para muchos de los protagonistas. Este escritor es un auténtico genio al saber mostrar cómo el ambiente (maravillosamente retratado) cala en los personajes y cualquier asomo de ingenuidad o bondad es arrancado de cuajo por una existencia deprimida.
Con toques de novela negra y de drama rural, Woodrell nos regala, con su escritura seca, sangrienta, a veces alucinada, una historia redonda que atraviesa al lector y le deja poso. No puedo encontrarle ningún defecto.
Pura vida, pura literatura, pura poesía, breve y tajante. Si podéis, no la dejéis escapar u os arrepentiréis.
David Yagüe
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Traductor: Isabel González-Gallarza
Editorial: Alba
Año de edición: 2014
Año de edición: 2014

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