Yo leía solo en papel y no le daba muchas vueltas. Lo del placer material de poseer el libro es una emoción que no me subyuga. Hay ejemplares que da gusto manosear y otros que están editados con un gusto pésimo, eso es obvio. Pero nada más. La mística es para los místicos, en cualquier disciplina, y yo soy poco dado a esos efluvios. Pero todo llega, y este verano he leído mis primeros libros en soporte digital. Las sensaciones son agridulces.
Empiezo por el precio. La mitad de los libros que tengo en casa, tirando por lo bajo, son de segunda mano. No son joyas bibliográficas, pero sí literarias (al menos según mi personal criterio de lo que es la literatura). Y me costaron poco o muy poco (en euros, claro; en tiempo es otra cosa: buscar en librerías de lance es un trabajo absorbente). Una de las razones que me daban para alejarme del papel era precisamente lo que me iba a ahorrar. La piratería de libros, esa cosa que me sonaba a herejía de las gordas, pero que tienta en cuanto enciendes la pantalla. Doy fe.
Pues bien, os digo: creo que me he gastado más pasta en estos meses en epubs que la que me hubiera dejado yendo solo de librerías. Está el tema de la comodidad, primero. Lo de tener tu propia cuenta, curiosear, volver a curiosear, y poder comprar -a malsava o no- es impagable, y muy peligroso. Pero esto imagino que es algo controlable con el tiempo y la costumbre (la costumbre de que el ojo se acostumbre a tanta oferta instantánea, digo). Lo realmente paradójico es que todos los libros que he comprado en versión digital podría haberlos comprado casi al mismo precio en su versión de papel. Una política absurda, en lo empresarial, pero que además denota una falta total de aprecio por los nuevos lectores de los nuevos soportes.
Relacionado con el precio está la calidad de edición. Me ha sorprendido, para mal, cómo editoriales magníficas, y que acostumbran a cuidar los volúmenes como si fueran sus hijos, son incapaces de hacer ese mismo trabajo preciso de edición en las versiones digitales. Os pongo un ejemplo de un libro que hace poco reseñé por aquí. Nobles y rebeldes, de Libros del Asteroide, es una obra magnífica. La he tenido en mis manos en papel, y desprende ese aroma de calidad, de gusto casi patológico por la edición libresca que caracteriza a la editorial. Pero, por probar, y aunque la diferencia de precio fuera casi irrisoria, me compré la versión epub. Un desastre. Fallos de edición incomprensibles, textos pocos cuidados en su trasvase digital...
Y lo que más me llama la atención, y que demuestra que para la gran mayoría del sector, lo digital es casi más una obligación molesta que una oportunidad para crear e innovar en un formato diferente: los libros digitales, y al caso anteriormente mencionado me remito, están muy poco aprovechados. La tecnología, creo yo, da para muchísimo más que simplemente volcar apresuradamente el contenido del bruto de papel en otro soporte. Se me ocurren mil ideas para mejorar y completar el producto (porque el libro, queramos o no, no deja de ser eso, una mercancía): audiolibros con entrevistas al autor, bibliografía interactiva, galerías de fotos, posibilidad de entablar contacto con el traductor, el editor para resolver dudas o aclarar pasajes de la obra, etc.
En fin, que como podéis ver en la foto que acompaña el post, sobre mi escritorio ya conviven, sin matarse, el iPad y la celulosa. Y hasta me parece que hacen una hermosa pareja.

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