Foto: Antonio Arenas. |
Carolina, de tu biografía sobresalen dos palabras: escritora y Granada. ¿Cuándo y cómo se produjeron estos dos encuentros?
Creo que he sido escritora toda mi vida, desde niña escribía cuentos y poemas, lo que se intensificó con los años y estudiar Periodismo. Antes de empezar la carrera fui a dar con La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. Su lectura me cambió mi vida personal y profesional. Me dediqué durante unos años a escribir teatro y luego, forzada por mi admiración por la vida y obra de Federico llegué a Granada. Desde entonces no he hecho otra cosa que dedicarme a la historia de esta ciudad promocionándola siempre que puedo o por mis novelas, conferencias o diferentes actos culturales.
Una escritora madrileña enamorada de Granada… ¿No has pensado en vivir allí o la cercanía rompería ese amor literario por esa ciudad?
Mi ilusión es poder vivir en Granada, claro que sí, no sé si todo el tiempo pero sí temporadas largas. Pero la crisis nos impone sus propias normas y tal y como están las cosas va a ser difícil. Cierto es que la visión de una ciudad cambia mucho si la haces desde fuera pero si tuviera la oportunidad de tener mi hogar en Granada no me importaría arriesgarme a perder la perspectiva.
¿Cómo nació el personaje de Max Cid, protagonista de sus novelas Guardianes de la Alhambra y Noches en Bib-Rambla?
Avanzando en la documentación de mis novelas fui a dar con el s. XIX y es una etapa muy desconocida pero crítica para el desarrollo de la actual Granada. Durante todo el siglo se producen cambios en la estética de la ciudad, algunos realmente duros y me impresionó que se demoliera tanto patrimonio histórico y artístico de una de las ciudades españolas con más historia. Mi primera intención fue abarcar todo el s. XIX desde la llegada de Washington Irving a la Alhambra hasta el final de este siglo con la crisis del 98 pero había tanto que contar que me fue imposible. Tuve que dividir el siglo en tres partes que corresponden a Guardianes de la Alhambra, Noches en Bib-Rambla y ahora Crónicas del olvido, que está por publicarse. Max Cid, el personaje central de las tres, será la conciencia de la ciudad, un rebelde y defensor de todo lo que es granadino.
¿Estás trabajando en el cierre de esta trilogía? ¿Cuándo saldrá? ¿Puedes avanzarnos algo de ella?
La última parte, titulada provisionalmente, Crónicas del olvido, está ofrecida ya a editoriales y ahora solo me queda esperar que alguna tenga interés por ella. Es una novela coral, de muchos personajes y de ahí que aparezcan escritores de la época: Pérez Galdós, Valle-Inclán, Valera, Ángel Ganivet…Si Guardianes se centraba en la Alhambra ruinosa y Noches en la destrucción de la Puerta de las Orejas, Crónicas ensalza la defensa de la antigua ciudad por medio del periodismo. Los cambios y la modernidad siempre son buenos, pero hay que hacerlos con cabeza. Y en este siglo, como ocurre ahora, siempre priman los intereses económicos y no los artísticos.
En tu última novela, El falsificador de la Alcazaba, mezclas tu pasión por el patrimonio arqueológico y por Granada con algo tan genuinamente español y literario como la picaresca ¿Qué nos puedes contar sobre esta novela?
El falsificador de la alcazaba cuenta un hecho clave en la historia arqueológica de nuestro país, las falsificaciones de los restos romanos de Granada que se hicieron por parte de un grupo de religiosos (entre ellos Juan de Flores, canónigo de la catedral) y que tenían como finalidad dar notoriedad a la ciudad. Fue un hecho no solo reprobable, sino extravagante y que provocó un juicio que duró más de diez años. No han sido, por desgracia, las únicas falsificaciones arqueológicas que han existido en la historia pero en Granada fueron las segundas, después de los Libros Plúmbeos y de alguna manera expresan el carácter picaresco del español, que no le ve impedimentos a nada si es por provecho propio.
Has tratado la Granada islámica, la romana, la del siglo XVIII, la del XIX… ¿Qué épocas de esa mágica ciudad te faltan por tratar y cuáles desearías escribir?
Curiosamente las que me faltan son las más tratadas por la literatura histórica: la llegada de los Reyes Católicos a Granada o las revueltas moriscas. Como mi lema es no repetir, buscar temas originales, no sé si alguna vez me centraré en estos momentos históricos. Pero si lo hago intentaré tratarlos desde una perspectiva novedosa. Una época que aún está por desarrollar y que me atrae son los años veinte de Granada, momento de expansión cultural.
Además de escritora, realizas una gran labor promocionando y dando visibilidad al género histórico con las Jornadas de Novela Histórica de Granada. Cuenta a nuestros lectores cuál es tu papel en esta actividad, tu objetivo, cómo está funcionando, cuáles son vuestros objetivos…
El año pasado a iniciativa del también autor Blas Malo, se llevaron a cabo las primeras Jornadas de Novela Histórica de Granada. Tuvimos mucho éxito y nos decidimos a seguir ampliando expectativas. Creamos la Asociación Jornadas de Novela Histórica de Granada que actualmente tiene tres socios fundadores: Blas Malo (presidente), Mario Villén (tesorero) y yo en calidad de vicepresidenta. Son cargos honoríficos porque los tres trabajamos con el mismo tesón e interés por promocionar la cultura de Granada y con el convencimiento de que hay que acercar a los escritores a estos actos. Las editoriales no siempre nos proporcionan ese apoyo que necesitamos así que nos corresponde a los escritores promocionar nuestras obras y ayudar a nuestros amigos a que lo consigan. Estamos muy contentos de cómo nos está funcionando la asociación. No paramos de hacer rutas histórico-literarias, proponer actos, conferencias, llevar a autores a Granada…en fin, creemos que con esto damos vida a la literatura histórica.
¿No tienes la sensación de que tanto escritores como libreros, editoriales, lectores están deseando más actividad cultural y que aún así está un todo un poco parado?
Totalmente. No hace mucho una lectora nos decía en Granada que tenía “hambre de cultura”. Ves las caras de agradecimiento de los asistentes a nuestros actos y piensas que si un escritor se sienta delante del ordenador para escribir y no hace más, no transmite ni llega al público, está perdiendo parte de la esencia de su profesión. Hoy por hoy un escritor tiene que salir de su cuarto de escritura y hablar con el lector.
Hace un mes participaste en las jornadas de novela histórica en Madrid, que organizamos este blog junto con La Livrería. ¿Qué tal fue la experiencia?
¡Magnífica! Todos los encuentros entre escritor y público son buenos para el negocio editorial al completo. De esta manera los autores nos conocemos personalmente, porque, a pesar de lo que se diga, los escritores no tenemos malos rollos, nos ayudamos y respectamos. Y estos encuentros proporcionan esa cercanía entre un gremio que está muy diseminado geográficamente. El lector, además, deja de verte como un ser superior y distante. Los escritores somos personas que escriben, nada más. En Madrid ya se necesitaba un acto como el que se hizo en La livrería, unas jornadas dedicadas a la novela histórica y espero que no sea la última vez.
Al escuchar a todos los escritores que pasaron por allí, me dio la sensación que la mayoría están (estamos) muy obsesionados con la documentación histórica, con el detalle, con la recreación y hablan (hablamos) muy poco de lo que es realmente nuestra labor: los personajes, las historias que contamos, las emociones que trasmitimos…
Eso es una constante en la novela histórica. Los que nos dedicamos a escribirla no somos generalmente historiadores y nos puede esa inseguridad de no estar a la altura. Por eso nos esforzamos muchísimo al escribirla, es una labor titánica, como si escribieras tres novelas al tiempo. A veces los escritores no dedicamos tanto tiempo a nuestros personajes para entregarlo todo a la historia (intrahistoria) y la trama. Y creo que es un error. Puede que el lector ocasional no lo necesite pero el novelista debe prestar tanta atención a sus personajes como a la propia narración. Yo diría, incluso que más, porque los personajes son los andamios que mantienen viva la novela.
Recomiéndanos una novela ambientada en Granada que no hayas escrito.
Podría recomendar muchas y como no quiero favorecer a algún amigo o enfadar a otro, seré diplomática: El segundo hijo del mercader de sedas de Felipe Romero.
Para terminar… Nos lees un pasaje de algunos de tus libros (indica cuál) del que estés realmente orgullosa como escritora?
Orgullosa, orgullosa…me resultaría muy difícil, soy bastante crítica con lo que escribo pero ahí va un extracto de Noches en Bib-Rambla....
EXTRACTO
DE “NOCHES EN BIB-RAMBLA”
(HANS
CHRISTIAN ANDERSEN EN LA FONDA DE LOS SIETE SUELOS)
Encontramos a Juanito
Morell, que volvía de supervisar sus negocios, o mejor dicho los de su padre,
con quien había comenzado a trabajar recientemente. Por imperativo laboral
vestía todo encorbatado. Daba pena
verlo. Pero en cuanto observó que había carne nueva donde hincar el diente, o
sea, el señor Andersen y su ignorancia sobre España, nos ofreció acudir a la Fonda
de los Siete Suelos, lugar que abría y cerraba según convenía a sus taberneros.
Como Morell los
conocía, fue llegar y pronto nos colocaron al frescor de las ruinas de la
famosa puerta, entre esqueletos de arces, acacias y castaños con cuyas hojas
hacíamos mullido el suelo de la taberna al aire libre. Juanito pidió a los venteros,
para ir haciendo boca, un poco de esa agua fresca de la Alhambra y el tabernero
la trajo en un botijo.
—¡Agua recién sacaíca
de los pozos de la Alhambra, beban sus señorías!
Todos reímos. Pero
Andersen tiritaba pues decía que el frío de Granada era peor que el de
Dinamarca.
—¿Pero este señor no
es del país en donde se hielan los iceberg?
—preguntó a su manera
Morell—. Pues no lo entiendo. ¡Beba, usted, beba! Que el agua de la Alhambra lo
cura todo.
Lo hizo sorber del
chorro del botijo de barro que caía con su peculiar anís pero Andersen no
mejoraba. Solo se asombraba de que el tabernero anduviera en mangas de camisa
siendo ya noviembre.
Al día siguiente
terminó por enfermar y cayó malo durante algunas jornadas. A su posada fue a
visitarlo Julián Mínguez y terminaron por hablar de sus amores fallidos, de sus
mujeres amadas y que no les correspondieron. Ambos, seres impresionables y con
sentimientos románticos, fueron, a su manera, dos patitos feos que con el
tiempo se convertirían en cisnes.
David Yagüe
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