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martes, 14 de octubre de 2014

Bukowski: veinte años sin echarse un trago

Este año hace veinte que falleció Charles Bukowski, uno de esos escritores que me importaban un bledo y de los que tenía un juicio negativo tan depurado que cualquiera podría pensarse que era crítico experto en su obra... cuando en realidad apenas había leído una antología poética y una novelita breve. Y a regañadientes.

Así somos a veces, y no pasa nada por reconocerlo. No me gustaba la gente que leía a Bukowski modernillos (hoy los llaman hipster) con ínfulas literarias lo que implicaba, haciendo un non sequitur demasiado adolescente, que Bukowski también me desagradaba. Mucho. Este verano me he dado una oportunidad para enfrentarme a mis prejuicios juveniles, y contra mi propio pronóstico, el viejo verde, escritor y borracho compulsivo me ha ganado.

No sé a qué edad es recomendable empezar a leer a Bukowski (ya sabéis: aquella trampa de que cada escritor tiene su propia edad: la tuya). En mi caso, nunca he sido un chico de excesos, por lo que no creo que haberlo leído de adolescente me hubiera sumido en una espiral de libertinaje sin remisión. Lo que engancha de Bukowski a los jóvenes es el cóctel frenético de sexo y desfase sin límites, una hipótesis que a mí me dejaba frío. En cambio ahora, como un treintañero que vuelve al vino con precaución sibarítica, leo a Bukowski sobrio y puro: sin urgencias fisiológicas, como un entomólogo volcado pacientemente sobre sus bichos.

Yo nunca beberé vinarro a euro hasta vomitar, ni aporrearé compulsivamente una máquina de escribir, con un puro entre los labios y fantaseando con dar el golpe en el hipódromo al día siguiente. No haré nada de esto, pero me atrae el conocimiento vicario, sin tamices, visceral. A la gente le suele atraer su vida disipada y que no muriera de un coma etílico o de cirrosis; a mí, en cambio, su maniática insistencia en la escritura, la confianza ciega, religiosa que ponía en todo lo que escribía. No era una pose. Nada menos posmoderno, nada menos impostado.

Bukowski no era un perdedor de postín ni un maldito incomprendido pagado de sí mismo, como Truman Capote. He vuelto a releer aquel perfil que de él hiciera Javier Memba en su exquisita serie Malos, heterodoxos y alucinados: "Lo que en Kerouac es misticismo, en Bukowski se vuelve cinismo. Pero, de alguna manera, bien puede considerarse a Bukowski un 'beat' tardío". Etiquetas al margen, la prosa y la actitud de Bukowski eran inextricables, su vida era su obra y viceversa. Y ese punto mágico en el que la destrucción se une a la creación se disfruta mejor, creo, cuando el ímpetu disminuye.

¿Y vosotros? ¿Habéis leído a Bukowski? ¿Os gusta o lo detestáis? Para los que no lo habéis leído todavía, aquí tenéis una bibliografía ultrabreve y muy personal:
  • La senda del perdedor (Anagrama): Para mí, la mejor novela de Bukowski. Su infancia y juventud. La forja de un outsider, sin edulcorantes ni falsas promesas de redención. Triste, turbia y aleccionadora.
  • Mujeres (Anagrama): El Bukowski más impío, más frenético. La sucesión de sus años calientes con mujeres de toda laya y un poso agridulce que matiza su acostumbrada pose machista.
  • Pulp (Anagrama): Una novelita simpática, una especie de sátira de las novelas policíacas, en donde demuestra su estilo y su imaginación.
  • Bukowski (Born Into This): Un documental estrenado en 2003. Precioso (a pesar de salir Bono) con muchísimas imágenes de archivo (algunas francamente delirantes) y entrevistas con su editor, sus examantes y hasta excompañeros de la oficina postal donde trabajó tantos años.
  • Factótum: Además de una novela de Bukowski también es una película, del año 2018, que recrea la vida de Henri Chinaski (en el filme Matt Dillon, algo poco creíble: demasiado guapo) de trabajo basura en trabajo basura, su obsesión por las apuestas y las mujeres enajenadas. 
Nacho Segurado
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